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La Leyenda del Cerro del Tepozteco

 

Los orígenes de Tepoztlán se remontan al año 1200 d. C. donde fueron los Xochimilcas llamados Tepoztecos, los que iniciaron la construcción de lo que se le llamaba "Señorío de Tepoztlán", que se conformaba con las construcciones que estaban en el valle y por el santuario ubicado a 2,310 m del Valle, localizado en la cima de un cerro; para llegar al él, se tenía que llegar al manantial de Axitla y de ahí, subir por una vereda a la orilla de la barranca. 

El santuario está compuesto por 4 elementos: El templo, sus dependencias, la plaza y el área habitacional; dedicado al dios Tepoztecatl; esta historia nos relata cómo se hizo un Dios y cómo creó este valle. Esta es la historia que todos los morelenses conocemos como la Leyenda del Tepozteco.

Tepoztlán siempre ha sido un pueblo místico, lleno de magia y leyendas, su nombre proviene de una combinación de palabras en náhuatl que significan “lugar del cobre”, “lugar de hachas” o “lugar de piedras quebradas”, sin embargo, la leyenda cuenta que el nombre le fue dado en honor a su rey, que luego se convirtió en su dios, inventor del pulque y guardián eterno de todo el pueblo de Tepoztlán.

Su madre era una princesa que vivía en las cercanías del arroyo de Axitla, que es justo el arroyo que está al pie del cerro, donde inicia la subida, a ella le gustaba salir a caminar para disfrutar de la naturaleza, admirando las flores y deleitándose con el canto de las aves. Uno de esos días, mientras la princesa descansaba sentada en una roca, se le acercó un ave color rojo y ella la tomó entre sus manos, acurrucándola, muy contenta lo acercó a su pecho y por esta acción, la princesa quedó embarazada, poco después, dio a luz a un sano y hermoso bebé. 

Sin embargo, los padres de la princesa estaban muy disgustados y no aceptaron al niño, puesto que deshonraba su nombre, por lo que la obligaron a deshacerse de él. Ella con mucho dolor, dejó al niño en un hormiguero para que las hormigas se lo comieran, pero lo que pasó fue increíble, pues las hormigas lo alimentaron con gotas de miel; al ver que su intento fracasó, la doncella lo llevó a la penca de un maguey y lo dejó ahí para que el sol y las espinas terminaran con la vida del bebé, pero otro milagro ocurrió, puesto que el maguey se convirtió en un capullo, cerrando sus hojas para protegerlo de los rayos del sol y de las pencas salía un hilillo de aguamiel que lo alimentaba. Su tercer intento fue arrojar al niño en una caja de madera al arroyo para que fuera arrastrado por la corriente del río. 

 

Corriente abajo en el río Atongo, lo encontró una pareja de ancianos que no había tenido hijos, apresuradamente lo sacaron del río y decidieron que lo iban a cuidar como si fuera su propio hijo. Así, al paso de los años, Tepoztecatl creció al cuidado de sus padres adoptivos, a quienes respetaba y ayudaba mucho en las tareas diarias; aprendió el arte de las armas para la cacería, también le enseñaron a descifrar el curso de los astros, la utilización de las plantas medicinales, la labranza de la tierra y el cultivo del huerto.

No muy lejos del lugar donde vivían, se encontraba Xochicalco, una imponente ciudad fortaleza donde vivía Xochicatl, un monstruo en forma de serpiente que demandaba ser alimentada con carne humana, por lo que sus pobladores daban en sacrificio a las personas mayores de las ciudades aledañas para calmar su hambre, de esta manera no se desataría un desastre en la ciudad y en los pueblos vecinos, por lo que nadie se atrevía a desobedecerla. Un día, le tocó al padre adoptivo de Tepoztecatl ser sacrificado para servir de alimento al monstruo, pero Tepoztecatl no lo iba a permitir, por lo que convenció a sus padres intercambiar lugar y se ofreció para enfrentarse al monstruo, él les prometió que volvería y les dijo que estuvieran atentos a la señal que les enviaría como prueba que había vencido a la bestia; fue así como emprendió el camino, ante la mirada de todo el pueblo, quienes pensaron que no volverían a ver a ese valiente joven, de tan solo 15 años de edad.

 

En el camino hacia Xochicalco, Tepoztecatl ideó un plan y fue recogiendo filosos pedazos de obsidiana que guardó en su morral. Al llegar a Xochicalco, ante el monstruo fue engullido de un solo bocado, pero dentro las entrañas, Tepoztecatl sacó de su morral los pedazos de obsidiana y los usó como cuchillos filosos para abrirlo desde adentro. De inmediato salió victorioso, por lo que hubo grandes celebraciones y se elevó en el cielo una gran columna de humo blanco, era la señal que Tepoztecatl había prometido a su pueblo y a sus padres. 

 

De regreso a casa, pasó por Cuernavaca, donde todo mundo celebraba su victoria por haber terminado con la amenaza que había tenido sometidos a todos los pueblos, pero a pesar de que era un héroe, no lo agasajaron como era debido, pues iba con la ropa sucia después de la batalla; él se sintió ofendido y abandonó los festejos, pero al cambiarse de ropa por unos trajes más finos y después de asearse, regresó a la fiesta, donde al verlo llegar le ofrecieron los más deliciosos manjares, pero él, a propósito los derramó en sus ropas y les reprochó que cuando había llegado con su ropaje sucio, no lo habían agasajado o reconocido, por lo que deducía que los festejos no eran para él sino para sus ropajes; luego salió de la fiesta para por fin dirigirse a su hogar, llevándose sin permiso un sonoro teponaztli, con el que habían estado celebrando en la fiesta.

 

En el camino se dio cuenta de que la gente de Cuernavaca lo empezó a perseguir, pero evitó que lo alcanzaran al provocar con su orina una gran barranca, misma que precede la subida del Tepozteco, de esta manera escaló hasta la cima y desde ahí empezó a tocar el teponaztli; jamás fue alcanzado y siguió tocando hasta que desapareció. Por ello, ahí fue construido el templo en la montaña sagrada, en honor a su héroe y de ahí nació su nombre.

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