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Día de Muertos en Tepoztlán

Quien conoce Tepoztlán sabe que la denominación de Pueblo Mágico es literalmente cierta, ya que este lugar está lleno de magia, misticismo y tradiciones que con orgullo se conservan, ejemplo de ello es la celebración del día de muertos, que los lugareños celebran y defienden para que no se confundan con otras celebraciones más comerciales que nada tienen que ver con nuestras raíces y costumbres.

 

Las preparaciones para el día de muertos se inician desde el 18 de octubre a las 12 de la noche, en donde todas las iglesias de Tepoztlán repican sus campanas para anunciar a nuestros difuntos que el pueblo se está preparando para recibirlos, con rosarios que se rezan para preparar el camino para su visita.

 

Este mismo día el mayordomo de los difuntos que ha sido designado, tiene la tarea hasta el 28 de octubre, de salir todas las tardes recorriendo las calles del pueblo junto con los niños, a cantar pidiendo una cooperación para las almas benditas que son los difuntos que no tienen a nadie quien los reciba, ni a donde llegar y así el dinero recaudado de esto, se usa para montar una ofrenda para ellos en la Parroquia de la Natividad. El 23 de octubre se reza el novenario dedicado a los difuntos para recordarles que los estamos esperando con alegría de volver a convivir con ellos.

El pueblo se llena de aroma a incienso y a flor de cempasúchil que venden en el mercado local, donde además puedes adquirir todo lo necesario para montar tu ofrenda, desde las velas, calaveritas de dulce, papel picado, platos y tazas de barro, pan de muerto, dulces típicos, tamales, frutas, sahumerios para el incienso, el copal, las típicas chilacayotas que son una especie de calabaza que se suele tallar con caras chistosas emulando caras de los difuntos y todo para poder preparar los platillos que más le gustaban al difunto. Además en la ofrenda se acostumbra agregar un plato más para “Juan Jaulero” quien cuida los panteones; para él se suele poner un plato de vísceras de pollo, los abuelos creían que con esto, él no destruiría espiritualmente la ofrenda. Por lo que no se debe de olvidar ponerlo.

 

Esta ofrenda la suele montar el familiar más grande que vive en la casa, con ayuda de los más jóvenes; el proceso de poner la ofrenda conlleva platicar con el difunto y mencionar por qué se pone cada cosa, en ella también se colocan objetos de trabajo o cosas características que usaba el muertito. Las abuelas también ponen siempre un ayate que es una tela, y un chiquihuite que es una especie de canastita, para que los difuntos se lleven lo que más les ha gustado de la ofrenda.

 

En cada casa se colocan las chilacayotas con una vela encendida en el interior, para indicar a las almas, el camino a la ofrenda. Las celebraciones comienzan como en otros lugares de Morelos, el 28 de octubre, cuando se les da la bienvenida a los muertos que fallecieron con violencia. Los días 30 y 31 se recuerdan a los muertos más pequeños que se fueron sin ser bautizados. Desde el 1 de noviembre se recibe a los muertos chiquitos y el 2 de noviembre a los grandes. Se coloca un camino hecho de pétalos de flor de cempasúchil desde la puerta de entrada de la casa hasta donde esté la ofrenda, indicando el camino para sus muertitos. Ya para la mañana del 2 de noviembre, es cuando se puede disponer de todo lo que se colocó en la ofrenda, se pueden tomar los dulces, las frutas y la comida, antes no se debe de hacer esto, porque como las abuelas dicen, "si lo haces te empachas o te empanzonas", por lo que hay que respetar la ofrenda hasta este día.

También se tiene la tradición que la gente de las casas recolecta troncos de madera y los pone fuera de la casa para armar hogueras en la noche, que finalmente son el centro de reunión para los que visitan las casas y la gente les ofrece ponche de naranja. Ya desde las 7 de la noche todo mundo sale a las calles, sobre todo los niños con sus chilacayotas cantando canciones para que les den su calaverita, algunos van disfrazados, pero se acostumbra que solo se usen disfraces tradicionales como de diablito, esqueletos o catrinas. Así entrada la noche van juntando todos los dulces posibles y a veces algunas monedas. 

 

La celebración llega a su culminación entre el 8 y 9 de noviembre, cuando la gente del pueblo visita el panteón y se celebra una misa, desde muy temprano se oyen nuevamente el replicar de las campanas de la iglesia, anunciando la despedida a los difuntos. En el cementerio, se ve a todas las personas limpiando y arreglando las tumbas, montando flores y adornando todo, por lo que el cementerio se torna un lugar muy colorido, con una ambiente festivo, algunos llegan con mariachis y grupos de banda, todo para despedir al difunto con alegría, aunque también con tristeza; es una celebración agridulce, ya que la presencia de los familiares se siente realmente cercana y es el momento de pedir con rezos que vaya con bien de regreso al mundo de los muertos. Al finalizar esto, se suele recolectar las ceras que sobraron para derretirlas y hacer nuevas. 

Este es el último rito y que hasta el año que viene se volverá a celebrar, si bien es cierto que nuestros seres queridos siempre están en nuestro corazón, es en estas épocas cuando nos dedicamos a ellos completamente y los recordamos con todas estas celebraciones tradicionales que caracterizan al pueblo mexicano.

 

Visita Tepoztlán y conoce todo lo que te ofrece, ya que es más que un lugar de fin de semana, es un pueblo cargado de cultura y gente que conserva sus tradiciones.


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